¿Hay acaso lugar más deprimente que un escritorio de oficina un lunes frio y solitario de otoño? Por esta época del año ya nos vamos dando cuenta que el verano quedó atras y nos tenemos que alejar de esos grandes espacios verdes de libertad y confinarnos a nuestos edificios blancos de luz artificial. Encerrados otra vez frente a montañas de papeles refugiados del frio pero desnudos frente a las obligaciones laborales y las presiones de los jefes.
Esta es otra historia que se esconde en los edificios, nos esconden a nosotros. Lugares donde podemos pasar muchas horas sin que nadie de afuera nos vea, sin extraños, sin gente nueva.
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